(I)
Oscar López Reyes
En cada salida del Sol son remitidas cartas, documentos técnicos y resoluciones jurídicas de instituciones estatales, privadas y profesionales con errores garrafales. Como un aporte, alguien podría compilarlos y publicarlos, bajo el título “¡Oh, Pucha, cuántas faltas ortográficas!”, estampando los nombres de las entidades y los titulares firmantes, y a medios de comunicación.
La difusión de ese vademécum gramatical sería una advertencia preventiva y el castigo menor por los descuidos, que entrañan menoscabo de prestigio, tiempo y dinero, como cuando un libro tiene que ser recogido a toda carrera e impreso de nuevo, tras descubrirse erratas, gazapos, omisiones e impertinencias en el idioma. ¡Ah!, evitaría una condena judicial, o ser llevado al patíbulo.
Esos desaguisados retrotraen al diplomático nacionalista irlandés Sir Roger Casement quien, por el mal uso de una coma, fue sentenciado a muerte, en Londres, el 3 de agosto de 1916, y a la compañía Oxford de Estados Unidos que, por una coma, perdió 10 millones de dólares.
Sir Roger Casement estaba siendo juzgado en la Cámara de Lores de Londres por su participación en el Levantamiento de Pascua en 1916, en Irlanda, y entonces surgió la pregunta de si la Ley de Traición medieval de 1351 se aplicaba a los actos de alevosía perpetrado en el extranjero. El estatuto jurídico expresa: “Si un hombre impone la guerra contra nuestro Señor Rey en su Reino, o se adhiere a los enemigos del Rey en su Reino, dándoles ayuda y consuelo en el Reino, o en cualquier otro lugar (…) (1).
El abogado de Casement adujo que la coma después del tercer reino le concedía la razón, pero la Cámara de Lores dictaminó que era una coma, acogiendo la frase “en el reino o en otro lugar”, o sea, que la ley se aplicaba. Por lo tanto, fue penado a la horca, por la ambigüedad en la ley.
Igualmente, los repartidores/conductores de camiones de Oxford pactaron una disputa judicial contra esa compañía de lácteos, en reclamo de horas extras. La ley señala que “La actividad de enlatado, procesamiento, conservación, congelamiento, secado, comercialización, almacenamiento, embalaje para el envío o distribución de: (1) productos agrícolas; (2) carne y productos de la pesca; y (3) alimentos perecederos”, conforme reseña del 13 de mayo de 2017 (2). Por la falta de la coma en la legislación que regula dichos pagos, el tribunal concedió la razón a los empleados.
La coma es el signo de puntuación más utilizado, el más difícil de usar en un texto y el más comprometedor en el proceso de lectoescritura.
El especialista en el lenguaje Fernando Avila ha recalcado que “La ortografía no ha sido jubilada aún…”, que “la ortografía es lo primero, segundo la etimología, tercero, la naturaleza de cada palabra; cuarto, los significados, quinto, los usos, sexto, la fonética, séptimo, las figuras, octavo, descripciones, noveno, posibilidades creativas y décimo, lo que no tiene” (3).
Para dominar la ortografía se impone memorizar a la perfección los signos de puntuación, que son el punto (.), la coma (,), el punto y coma (;), los dos puntos (:), los paréntesis (), los corchetes ([…]), la raya (—), las comillas (“”), las interrogativas (¿?), las exclamativas (¡!) y los puntos suspensivos (…).
Los signos de puntuación son esenciales para “la comprensión cabal de los textos escritos”, y cumplen, conforme el manual Ortografía de la Lengua Española, la función de “la delimitación de las unidades sintácticas y discursivas del texto escrito”, “la normalidad de los enunciados” y “la omisión de una parte del enunciado” (4).
Estos trazos son imprescindibles para bien ordenar las ideas, jerarquizarlas y estructurar -morfológica y sintácticamente- las unidades lingüísticas, y para entonar las palabras y oraciones.
LA COMA (,): Se emplea para efectuar una pausa breve en un contenido sintáctico y semántico. Este signo de puntuación posee la más corta detención, la menor normativa y el que más dudas plantea.
Funge para la matización enfática, las inflexiones orales, los incisos, las interjecciones, conjunciones, vocativos, conectores y construcciones sintácticas, y como separador decimal en exteriorización numérica en cifras.
Luego de la colocación de la comilla, se escribe en minúscula, salvo que se trate de un nombre propio. Su uso puede ser obligatorio u opcional, en función de la preferencia o intencionalidad del emisor y factores contextuales. “Aunque en algunos casos el usar la coma en un determinado lugar del enunciado puede depender del gusto o de la intención de quien escribe, existen comas de presencia obligatoria en un escrito para que este pueda ser correctamente leído e interpretado” (5).
Veamos variaciones de significados literales de unidades sintácticas, por el marcado de una coma.
No, me encanta estudiar. Quiere decir que le maravilla estudiar.
No me encanta estudiar. O sea, no le gusta estudiar.
No espere. Exhorta a no aguardar.
No, espere. Ordena que permanezca en el lugar.
Fusilar no, indultar. Implica no fusilar, pero sí indultar.
Fusilar, no indultar. Equivale a no indultar, sino a fusilar.
EL PUNTO Y COMA (;): Se trata de una pausa mayor que la coma y menor que el punto, que separa oraciones sintácticamente independientes, precedidas por comas. Después del punto y coma se escribe en minúscula.
Isabel Allende: “Un hombre hace lo que puede, una mujer hace lo que el hombre no puede”; “sin sonrisa de mujer (José Martí) no hay gloria completa en el hombre”.
El PUNTO (.): Implica un alto en una amplitud de la cadena hablada. Indica el término de una oración, un párrafo o un texto. Después del punto se escribe en mayúscula. Esta función demarcativa se clasifica en punto y seguido, punto y aparte, y punto final.
EL PUNTO SEGUIDO. Se utiliza para separar oraciones que integran un mismo párrafo. Después de un punto seguido se continúa escribiendo en la misma línea: “Puede ayudar a que se descontinúe la impunidad. También, a que definitivamente triunfen la ley y el derecho”.
EL PUNTO Y APARTE. Separa dos párrafos distintos y marca el cambio de idea. Tras el punto y aparte, la escritura debe de continuar en la línea siguiente, en mayúscula y con sangría: “Todos esos jóvenes anhelan incorporarse al mercado de trabajo”.
EL PUNTO FINAL. Señala que ha concluido, en su totalidad, la legibilidad del texto: “Hacia el cielo santo, marcha tranquilo, en paz, maestro”.
Como signo delimitador, también se utiliza en la abreviación: Sra., Dr., Ud., No. y Excmo.
Conforme con el manual Ortografía de la lengua española, no se pone el punto en el cierre, en los títulos y subtítulos de libros, artículos, capítulos, obras de arte, cuadros, tablas, nombres del autor, dedicatorias, pies de imagen, eslóganes, enumeraciones en forma de lista, índices, direcciones electrónicas ni en concurrencia de otros signos (6).
LOS DOS PUNTOS (:): Están superpuestos, o sea, un punto encima de otro. Luego de los dos puntos, se escribe en mayúscula en una cita entre comillas o palabras textuales y en los saludos en el encabezamiento de una carta, y en minúscula para anunciar una enumeración. Además, compacta como un símbolo no lingüístico en la división de una operación matemática, para hacer un señalamiento.
Ejemplo: El periodismo se fragmenta en tres longitudes: soportes técnicos, contenidos y grados académicos.
¿Quién se anima, sin temor amordazado por el presentimiento, a compilar y publicar el vademécum gramatical “¡Oh, Pucha, cuántas faltas ortográficas!”. El que asuma esa tarea, irá a la gloria, y será sentado cerca de la Divinidad.
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Citas bibliográficas:
1.- https://www.elconfidencial.com › alma-corazon-vida › h.
2.- https://www.elconfidencial.com › alma-corazon-vida ›
3.- Avila, Fernando, “Español correcto para Dummies”, Editorial Planeta Colombiana, Bogotá, 2012, págs. 87 y 42-58.
4.- Ortografía de la Lengua Española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Editorial Planeta, Barcelona, España, 2021, págs. 282-285.
5.- Diccionario panhispánico de dudas, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, España, 2021, pág. 144.
6.- Ortografía de la Lengua Española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Editorial Planeta, Barcelona, España, 2021, págs. 295-299.
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El autor es periodista, escritor y catedrático de redacción.
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2 de junio de 2024.