Por: Geury Montero | Periodista.
Concluidos febrero, mayo y, más adelante, agosto, parece que estas fueron las últimas fechas en las que esta “especie” se dejó ver por las calles. Salvo honrosas excepciones, como el presidente Luis Abinader, cuya agenda se mantiene enfocada en la gente; Modesto Guzmán, en Desarrollo de la Comunidad; Juan Rosa, en Jubilaciones y Pensiones; Lorenzo Ramírez, en Pasaportes; y un dirigente del PRM, Roberto Fulcar, quien recorre el país diariamente como si para él las elecciones fueran solo un capítulo más en su compromiso partidario. Fulcar, además, se ha dedicado a agradecer a la gente en nombre de muchos ausentes, siguiendo las palabras del presidente: “Cualquier funcionario del Gobierno que no esté en contacto permanente con su pueblo, no merece seguir estando en esa posición”.
Sin embargo, la mayoría de los políticos brilla por su ausencia, reafirmando la percepción popular de que muchos solo aparecen en tiempos electorales. Entonces, se les ve repartiendo besos indiscriminados: desde la joven “buena moza” hasta el envejeciente y el niño sin dientes con la nariz sucia.
El tiempo ha pasado, y las evidencias no mienten. Llegó el Día de las Madres y no se les vio; el Día de los Padres, tampoco. Salvo, claro está, en la toma de posesión del 16 de agosto, cuando la mayoría “se puso la ñoña” para hacer acto de presencia. Sin embargo, en el Día de la Constitución, Acción de Gracias, durante la temporada ciclónica y hasta en la conmemoración de la Restauración, se comportaron como si estuvieran en oposición. Nadie los vio.
Ahora llega la Navidad, sin barrilito en las provincias, con el doble sueldo, los bonos, las raciones, la cena de Nochebuena, el nacimiento del Niño Jesús y la celebración de los Santos Reyes; pero, sobre todo, con cuestionamientos: ¿volverán a pisar sectores como Herrera, Los Alcarrizos, La 42, La Ciénaga, Guachupita, Simón Bolívar, Catanga, Los Mina, El Luperón o El Almirante? Lugares donde hace apenas unos meses se paseaban con una alegría desbordante. Allí estaban entonces los mismos que hoy son diputados, senadores, regidores, gobernadoras, alcaldes y hasta los que ellos mismos se han autodenominado los presidenciables.
Un recordatorio para ellos: el pueblo de hoy no es el mismo de antes. La política ha cambiado, y para llegar a agosto primero hay que pasar por febrero y mayo. La gente no olvida y, tarde o temprano, se las cobra. Así que, cuando llegue el momento, no quiero ver llantos, gritos ni mucho menos juidero. No permitan que el descontento de la gente transforme en maduros a aguacates nuevos, morados y verdes.
