Por Anthony Almonte Minaya
Hoy, al conmemorar el 208 aniversario del natalicio de Francisco del Rosario Sánchez, no puedo evitar reflexionar sobre la grandeza de su legado y el impacto que ha tenido en nuestra historia como dominicanos. Su vida fue un ejemplo de compromiso inquebrantable con la soberanía nacional y los ideales republicanos, principios que hoy siguen guiándonos como nación.
Pienso en su valentía al formar parte de La Trinitaria y en la determinación con la que lideró la proclamación de la independencia el 27 de febrero de 1844 en la Puerta del Conde. Imagino el peso de la responsabilidad que asumió en ausencia de Juan Pablo Duarte, enfrentando desafíos con inteligencia y estrategia, sin jamás rendirse ante la adversidad.
Su historia me hace cuestionarme: ¿estamos hoy honrando su sacrificio? Sánchez sufrió persecución, exilio y hasta la muerte por defender su patria, y sin embargo, nunca claudicó en su lucha contra la anexión a España en 1861. Su convicción lo convirtió en un símbolo de resistencia y valentía, un modelo de patriotismo que trasciende el tiempo.
Sé que su figura ha sido debatida a lo largo de la historia, pero más allá de cualquier controversia, lo que permanece innegable es su entrega a la causa nacional. No solo fue un líder de la independencia, sino un defensor firme de la libertad y la autodeterminación de nuestro pueblo.
Hoy, al recordar a Francisco del Rosario Sánchez, siento el deber de honrar su memoria no solo con palabras, sino con acciones. Que su sacrificio no quede en el olvido, que su lucha nos inspire a seguir construyendo un país más justo y soberano. Él nos legó el ejemplo; ahora nos toca a nosotros mantener viva su esencia en el corazón de la República Dominicana.
