Por Anthony Almonte
Al hablar de la independencia de la República Dominicana, suele asumirse que esta quedó consolidada la noche del 27 de febrero de 1844. Sin embargo, un análisis más profundo de los acontecimientos revela que dicha fecha marcó el inicio de un complejo proceso político y militar, que se extendería por más de diez años hasta la consolidación definitiva de la soberanía nacional.
Las confrontaciones con Haití tras la separación fueron determinantes no solo en el plano militar, sino también en la estructuración de los primeros organismos institucionales del naciente Estado dominicano. La continua amenaza de invasión haitiana obligó a los patriotas a organizar una estructura defensiva y administrativa capaz de sostener la independencia. La mayoría de estos enfrentamientos se libraron en territorio dominicano y contaron con la participación de figuras clave, cuyas acciones fueron decisivas en cada batalla.
Actualmente, persiste el debate sobre cuáles fueron los combates más significativos dentro de este proceso. Entre ellos, se destacan las batallas del 19 y 30 de marzo de 1844, así como las de Beller, El Número y Las Carreras. Sin embargo, más allá de jerarquizar su importancia, cada enfrentamiento representó un eslabón fundamental en la consolidación del ideal independentista. Cada victoria fortaleció la moral del pueblo dominicano y reafirmó la convicción de que la independencia solo podría mantenerse mediante la resistencia y la organización militar.
A lo largo de la historia republicana, se ha buscado construir una conciencia histórica y patriótica en la población. No obstante, el enfoque con el que se enseña la independencia en las aulas a menudo se presenta de manera simplificada, omitiendo la complejidad del proceso. Es fundamental que la educación histórica no solo exponga los hechos, sino que también fomente una visión crítica y contextualizada de los acontecimientos, permitiendo a los estudiantes comprender su impacto a largo plazo y su vigencia en la actualidad.